Post-Sentimientos

El Páramo del Astronauta
3 min readNov 15, 2021

¿Qué ocurre una vez que un sentimiento o una emoción se desvanece de nuestro subconsciente? Quizás es raro que alguien tan irremediablemente escéptico como yo se haga esta pregunta, pues mi lado lógico se limita a contestar que estos no son más que balances o desbalances químicos que se producen en el cerebro para ayudarnos a entender nuestro alrededor y las circunstancias de una manera más pragmática que lo abstracto que puede resultar una acción ejercida por o hacia nosotros.

Habiendo hecho este (in)necesario inciso, ¿qué ocurre realmente con nuestros sentimientos cuando abandonan nuestra mente? Recuerdo vívidamente la felicidad de mis vacaciones con mi disfuncional familia cuando mis padres dejaban sus diferencias de lado y pasábamos un tiempo de calidad juntos en la playa, pero por sobre todo recuerdo esa misma felicidad abandonándome, siendo reemplazada por melancolía y ansiedad cuando volvíamos a nuestra casa vacía y cubierta de polvo después de estar absuelta de interacción humana por un par de semanas.

Lo mismo ocurría cuando era momento de volver al colegio después de las vacaciones, o al irme de la casa de un amigo o al tener que decirle adiós a mi polola cuando le tocaba hacer su internado fuera de Santiago. Ese sentimiento angustioso de tristeza y melancolía bien podría ser la misma felicidad mutando de un extremo al otro, tornando de un lado de la moneda a su reverso. Una especie de post-sentimiento al que siempre le he tenido miedo.

Entonces no es que un sentimiento nazca y muera en la mente, desapareciendo en el éter, si no que, al igual que la materia, no se crean ni se destruyen, solo se transforman. Quizás esta es mi burda y pseudo científica forma de comprender lo que está en nuestro interior y que, a la vez, no está en ninguna parte. Si quieres, puedes llamarlo alma o mente o consciencia o como prefieras.

Ya a estas alturas no sé qué tan secreto sea para las personas que lleguen a leer esto que tengo depresión desde mi adolescencia, es decir, un aproximado de una quincena de años. Y hoy mismo mi psiquiatra la ha descrito como un telón de fondo que perdura más allá de las emociones como tristeza y felicidad y, a pesar de lo pesimista que pueda sonar, resulta liberador encontrarle una descripción a esta sombra que me acecha desde tan temprana edad. No sé si algún día este telón desaparezca de mi vida y una parte de mi teme a que el post-sentimiento que venga después sea más insostenible o, peor aún, que no haya nada tras este telón más que el vacío existencial de mi mundana vida.

Después de todo mi vida ha girado en torno a los post-sentimientos y mi temor a ellos. Desde la aprehensión al temor de sentirme perseguido tras una película de terror, temer a la felicidad por su melancólico final o a los momentos buenos de la vida por su inevitable fin. Un niño no debiese ser incapaz de dormir en la noche por pensar que no será capaz de dar la talla en la Universidad, así como un hombre no debiese temer a pasar un día con sus amigos por el temor de la soledad de la noche tras haberse despedido de todos. Los post-sentimientos existen, son parte de la vida y son la muestra irrefutable de que un sentimiento estuvo ahí primero, ocupando su lugar. Y de verdad espero un día dejar de temerles y vivir plenamente el día a día.

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El Páramo del Astronauta

Aspirante a escritor desde los 14 años y redactor de videojuegos desde los 27.