Misa de Medianoche: Los dos males de la religión

El Páramo del Astronauta
5 min readOct 22, 2021

Misa de Medianoche es lo nuevo de Mike Flanagan, un autor al que no puedo dejar de comparar a Stephen King, no solo por el tono y la estructura de sus obras, sino también por el cómo éstas se nutren y expanden cuando tienen el debido tiempo para desarrollarse. Así como los cuentos de King, las películas de Flanagan son su punto más débil, mientras que las novelas y las series son los puntos fuertes de cada uno. King ha admitido en más de una ocasión de padecer elefantiasis literaria o, dicho de otra manera, el padecimiento de inflar mucho sus novelas.

Stephen King (derecha) y Mike Flanagan (izquierda)

Yo, más que un padecimiento o una aflicción, lo llamaría un estilo. Siempre he disfrutado de su ritmo de cocción lenta e intensa introspección de sus personajes y su mundo. Lo mismo ocurre con Flanagan, quien aparte de ser un fan notorio de King pues no solo ha adaptado dos de sus novelas al cine, también se inspira mucho en él para sus obras y llevándose consigo esta elefantiasis con la que profundiza en todos sus personajes de a poco, dejando solo semillas de terror plantadas para que luego germinen en la infraestructura de la obra y que, cuando den sus frutos, estén demasiado arraigadas en los cimientos como para que los personajes puedan hacer algo al respecto, como huir.

Y de males infraestructurales es donde Misa de Medianoche se especializa y, si no la has visto aún, te recomiendo encarecidamente que lo hagas ya seas fan de King, de Flanagan o del terror en general, pues la obra no solo trasciende todo lo hecho por el director, sino que además ha sabido dar forma a una de las obras más icónicas de King sin adaptarla realmente. Y a pesar de tener sus defectos, especialmente en el cómo trata varios hilos conductores de la obra, vale más que la pena vivirla de primera mano y sin saber mucho al respecto.

El mal ejecutor y el mal permisivo

Dentro de Misa de Medianoche existen dos grandes males representados en la religión católica a la que tan fervientemente suscriben los habitantes de la isla Crockett, pero ninguno de los dos está encarnizado en un personaje concreto, sino más bien están arraigados, difusos y mutables, traspasándose de un lugar a otro, entre conflictos de creencias y la fe misma. Ambos van lentamente apoderándose tanto de los habitantes de la isla como de la institución de la iglesia y su máximo representante, el Monseñor Pruitt quien es, justamente, la chispa inicial que comienza todo el conflicto.

Como bien dije, existen dos males dentro de la obra de Flanagan. El mal ejecutor y el mal permisivo. El mal ejecutor es aquel que hace de juez y verdugo, aquel que apunta con el dedo y dicta la sentencia. Aquel que esparce el veneno del ángel que Pruitt se llevó consigo a San Patricio en toda la comunidad de la isla y aquel que hacia el final ordena que todos deben beber veneno para resucitar a la nueva vida, dando como única salida ser parte de las víctimas devoradas por los nuevos feligreses recién convertidos y sedientos de sangre humana. Aquel que quema todas las casas para forzar a la gente refugiada a salir y ser presa de los nuevos seguidores del séquito del ángel y también posee a cada uno de estos seguidores, cegándolos por la sed de sangre a cometer actos horribles e innombrables.

Pero quizás el peor de los dos males es el mal permisivo. Aquel que desvía la mirada ante la degeneración de la iglesia y sus valores y que permite, a través de las propias creencias de sus fieles, a infectar los pilares de la congregación y convertirlo en una cacería de brujas, donde los no creyentes son tratados como paganos dignos de ser sentenciados. Si bien es el mal ejecutor el que arrebata vidas e infecta cuerpos, es el mal permisivo el que está propagado en casi todos los habitantes de la isla, permitiendo que ocurran los horrores.

Después de todo, el mal permisivo no solo permite al Monseñor Pruitt a continuar con su plan de infección una vez queda demostrado que es capaz de matar a un hombre para beber su sangre, sino que además se deja llevar e influenciar por su hermano mayor, el ejecutor, para encubrirlo y dejarlo campar a sus anchas.

En el capítulo final de la serie, ya todo está perdido y el destino final de la isla y sus habitantes no hubiera ocurrido si no fuera por el mal permisivo y, si bien el mal ejecutor es el claramente más maquiavélico de los dos, el permisivo es más insidioso al no ser tan fácilmente detectable, al ser tan perdonable como una excusa, como la ignorancia. Ya sea el miedo de terminar muerto, el miedo de perder uno de los “milagros” del Monseñor o la envidia de querer ser parte del plan del Señor; es el mal permisivo el que condena a la isla a quedar sin escape posible cuando el amanecer comienza a dibujarse en el horizonte, significando el final para todos.

Y, al igual que en la vida real, el mal ejecutor presente en la iglesia católica cesaría de existir si los sacerdotes y curas que hacen la vista gorda ante los abusos y violaciones que ocurren en su misma institución actuaran por moral y no por su fe, la cual ha demostrado ser el mal permisivo más dañino de todos.

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El Páramo del Astronauta

Aspirante a escritor desde los 14 años y redactor de videojuegos desde los 27.