Oda a mi papá

El Páramo del Astronauta
3 min readSep 3, 2021

Cuesta pensar que hace unos días se cumplieron dos meses desde el fallecimiento de mi papá. Cuesta, aún más, pensar en su fallecimiento. Una creencia natural que se forma en nuestra niñez y que es difícil sacarse de encima es que los padres son inmortales. Están ahí desde que uno abre los ojos en este mundo y, por asociación errónea, se piensa que estarán ahí cuando los cierre por última vez.

Por eso, quizás, cuesta tanto asimilar la pérdida de un padre, sobre todo si es en una situación tan repentina como una enfermedad fulminante o un accidente. Todavía, incluso escribiendo estas palabras, no puedo creerlo en un cien por ciento y tal vez sea mejor. Tal vez es la única forma que tengo de poder escribir y no colapsar. Tal vez es la única forma en la que puedo funcionar -aunque sea a medias- durante estos tiempos tan difíciles. Extraño a mi papá todos y cada uno de los días desde que no está. Parafraseando un poco a Bojack Horseman, Mi padre ha fallecido y ahora todo es peor.

Él fue quien me inculcó la curiosidad imaginativa, siempre fomentando que pensara por mí mismo. Rehusándose a darme las respuestas a un problema del colegio, por ejemplo, hasta que yo lo intentase por mí mismo, pero siempre atento por si necesitaba ayuda de verdad. Aunque más importante, siempre apoyó mis intentos creativos. Mi novela Superhéroe se basa en unos cómics que hacía de niño y, aunque tanto los dibujos como mi caligrafía alejarían a cualquier persona sana de leerlos, mi papá los recibía con gusto y leyó todos y cada uno de ellos. Algunos tenían decenas de páginas y en total fueron más de 40 “volúmenes” que corcheteaba en hojas tamaño carta, pero él nunca me dijo que no tenía tiempo ni ganas. Siempre me leyó, siempre me comentaba qué les habían parecido.

A mi padre no solo le debo mi enseñanza académica, mis vacaciones de la niñez, la educación de unos valores de honestidad y sinceridad, sino además mi impulso creativo e incluso el amor por los videojuegos. Aún recuerdo cuando solíamos jugar Sonic The Hedgehog 2 en nuestra Sega Genesis, como él jugaba con el mando puesto en la mesa, como si fuese un dashboard de una máquina recreativa. Cómo nos contaba a mi hermana y a mí emocionado cuando había llegado a un nivel más lejos que nunca y el cómo describía los escenarios y la chispa de motivación que nacía en mí de igualarlo, de acercarme a él.

Incluso en mis años más oscuros él siempre fue una luz de alegría, con algún chiste de papá siempre preparado para intentar sacarnos una sonrisa.

Como decía, a mi papá le debo mucho y siempre se lo deberé. Nuestro último adiós solo yo pude ser capaz de decirlo y espero desde el fondo de mi corazón que al menos haya podido escuchar las últimas palabras que le dije. Espero convertirme en el hombre que siempre quiso que yo fuera. Y, aunque estuvo lejos de ser un hombre perfecto, siempre fue y será una luz de esperanza y alegría en mi interior.

Gracias por todo, papá. Te amaré por siempre.

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El Páramo del Astronauta

Aspirante a escritor desde los 14 años y redactor de videojuegos desde los 27.